La iglesia y el Covid-19

La pandemia del COVID-19 ha obligado a las iglesias a redefinir lo que significa ser una iglesia para la gente. La identidad de la iglesia choca tanto con las órdenes de quedarse en casa como con el derecho constitucional de reunirse en una asamblea libre y pacífica. Como dijo un pastor, “La iglesia es una reunión de personas, una ecclesia, y sin reunirnos no somos una iglesia”.
No todos los ministros están de acuerdo. “Si su noción de ‘servicio en la iglesia’ es solo una reunión el domingo, no es de extrañar que los gobiernos no nos vean como algo esencial”, dice Jack Miranda. Y alienta a los pastores a revisar sus ministerios y determinar si están teniendo un impacto esencial en sus comunidades.
Si nuestras iglesias tomaran en serio las enseñanzas de Jesús de “ir y hacer discípulos”, tal vez la iglesia nunca hubiera sido categorizada como una institución no esencial. El hecho de que las reuniones en los templos hayan sido suspendidas temporalmente por el bien de la salud de las personas, no impide la proclamación del evangelio.
En todo el mundo las iglesias son instituciones esenciales, ya que sirven a las comunidades más vulnerables, y provee una mejora de la calidad de vida a los hogares.
Sabemos que una vida cristiana sin adoración colectiva resulta sumamente difícil para nuestra cultura latina, porque la iglesia es un lugar no solo para compartir la adoración, sino también la comida, la cultura y el idioma
Es el único lugar donde su identidad cultural es parte de su experiencia espiritual. Alguien dijo: «Hay algo diferente al estar en un lugar donde uno no se siente marginado, perfilado y estereotipado». Perder la capacidad de reunirse ha causado un impacto negativo en el creyente latino, especialmente en una sociedad que margina y subestima su contribución.
Opciones para el nuevo Orden Social
Pero ¿qué pasa si todo nuestro enfoque está en la libertad para reunirnos en este tiempo de aislamiento y separación? ¿Será que también se eliminó la libertad de servir?
El apóstol Pablo habla de libertad, pero de una manera que no coincide con los ideales de los gobiernos. En Gálatas 5:1, Pablo declara: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres«. Pablo habla de la «libertad en Cristo», pero ¿con qué fin? ¿Para protestar contra todas las formas de obstáculos, o leyes que regulan nuestra capacidad para movernos, dar la mano o reunirnos en nuestras iglesias?
Esta discusión sobre la libertad se refería a la ley mosaica. Pablo está tratando de presentar el argumento en estos versículos de que aquellos que intentan ser justificados por la ley mediante la circuncisión están anulando la justicia que viene de Cristo a través del Espíritu (Gálatas 5:2-6).
Y continúa diciendo: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Gálatas 5:13-14).
Pablo anima a la iglesia de Corinto a servir a los demás con su libertad. A los cristianos que se quejan de las autoridades que limitan sus «libertades», Pablo responde: «No seáis tropiezo de nadie… como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos» (I de Corintios 10:29-33). Sus libertades tenían limitaciones, pero él las orientaba hacia el servicio a los demás.
¿Qué pasaría si tomamos en serio el lenguaje de Pablo sobre la libertad, y en lugar de luchar por reunirnos en un edificio, lucháramos activamente por la libertad de servir a nuestro prójimo? ¿Por qué podemos tener largas videollamadas con nuestros amigos o familiares, y no podemos tener una para dar un Estudio Bíblico o una clase de Discipulado a distancia?
Este aislamiento lo que ha hecho es poner en evidencia que la vida cristiana giraba alrededor de las reuniones religiosas de una membresía pasiva, donde lo más importante era la conexión social y cultural; desconociendo el propósito principal de la vida cristiana que es ir y hacer discípulos.
Ahora que no tenemos la conexión social y cultural nos sentimos desorientados y sin propósito alguno. Este vacío existencial aunado a los efectos del aislamiento, han hundido a muchos cristianos, líderes y ministros en la depresión, en otros el enfriamiento espiritual y en muchos la deserción.
¿Qué libertad elegiremos?
No somos los únicos creyentes a lo largo de la historia que hemos perdido la libertad de reunirnos públicamente. El pueblo judío que fue exiliado a Babilonia y aquellos que sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén en el año 70, pudieron servir a Dios sin edificios.
Pero noten que los primeros cristianos no solo llevaban una vida cristiana secreta en casas o catacumbas, sino que cada día hacían más discípulos, los cuales escogían ese estilo de vida fascinante antes que la rutina del mundo que estaba a los pies de Roma.
Debemos recordar que nuestra libertad de adorar y servir no ha sido restringida; solo la posibilidad de reunirse en edificios. Creyentes a lo largo de los años han aprendido a adorar y servir fuera de los edificios, sino preguntémosles a los miles de cristianos que en el último siglo han vivido clandestinamente en países socialistas y comunistas.
La iglesia necesita reorientarse en esta época y prepararse para el nuevo orden social. Ya ha estado ocurriendo y hoy en día se ha hecho popular que pastores prediquen a través de las plataformas disponibles en Internet. Por otro lado, cada vez más personas tienen acceso confiable al Internet en casa.
Pero esto ha producido un nuevo ambiente de iglesia. Muchos creyentes ahora tienen una actitud más pasiva y selectiva que antes, porque deciden si entran anónimamente a una reunión pública por Facebook o Youtube, o a una reunión privada por Zoom con su cámara y micrófono apagados mientras hacen otras actividades.
La Iglesia del Siglo XXI
Debemos partir de que las condiciones que teníamos antes de la pandemia ya nunca volverán a ser iguales. Por lo tanto, la iglesia necesita prepararse para responder a su llamado bajo las nuevas condiciones, tal como lo hizo la iglesia del primer siglo.
El primer y gran paso debe ser que el creyente deje de verse como un miembro de la iglesia. Porque todo miembro que pertenece a una membresía, como un gimnasio, una línea aérea, un club social y aun la iglesia, está enfocado en los beneficios que le ofrece dicha membresía.
El segundo paso será que la iglesia tenga menos miembros y más discípulos. Porque el discípulo de Jesucristo no está esperando beneficios, sino viendo cómo puede servir a otros tal como lo ejemplificó el Señor Jesucristo.
Es hora de que las plataformas de internet sean invadidas no solo por pastores o predicadores, sino por discípulos de Jesucristo que las usan para hacer otros discípulos. El desconocimiento de la tecnología ya no es una excusa porque hoy en día la mayoría de la gente interactúa con muchos otros a través de las diferentes redes sociales.
Es hora de apropiarnos de ese sentir que hubo en los primeros cristianos, ya que tenemos dos ventajas que ellos no tuvieron; una que tenemos los derechos legales, y dos que tenemos la mejor tecnología de todos los tiempos.
Necesitamos una iglesia del Siglo XXI tomando una parte dinámica y activa a través de las plataformas de Internet. Donde cada creyente se active y use las redes para testificar, alcanzar a otros, dar Estudios Bíblicos o clases de Discipulado persona a persona. Este será nuestro futuro campo de batalla y de acción.
Cada día descubriremos nuevos métodos para ganar a otros para Jesucristo usando las plataformas en Internet, pero no solo manteniendo el mismo mensaje Apostólico, sino reavivando el espíritu de los cristianos del primer siglo.
La libertad de Cristo no se encuentra en quienes quieren caminar sin mascarillas, sobrecargando a nuestros trabajadores de la salud al no lavarse las manos, o abrir iglesias sin medidas de distanciamiento social y propagar la enfermedad. La iglesia no es ese lugar para la pertenencia social, sino un grupo de hombres y mujeres identificados con Jesucristo, quien utilizó su propia libertad y vida para servir a los demás, especialmente a los más vulnerables. Esta sería la libertad que Pablo llama: la libertad de poner las necesidades del otro antes que las mías.